Con Muñoz Molina (por esta vez)
12 He aprendido que los únicos estimulantes que necesito para escribir están dentro de mí mismo, en la orgía electroquímica de los neurotransmisores que combinan súbitamente imágenes del recuerdo o de la fantasía en un sueño lúcido. Por comparación con esa efervescencia el efecto de cualquier droga, de la nicotina o del alcohol es una bagatela, un gasto inútil de energía física y mental.
13 He aprendido que el ejercicio físico y las tareas prácticas ayudan a que se dispare la imaginación y a que las ideas, las imágenes, las conexiones, las palabras, surjan más velozmente. Gracias a la ebriedad de oxígeno de una carrera o de una buena caminata o a la atención alerta y la multiplicidad de pequeñas tareas necesarias para cocinar un arroz he inventado personajes o situaciones o giros argumentales que de otra manera no habrían surgido.
Antonio Muñoz Molina. 20 años, 20 lecciones, en Babelia Mil